Hoy 2 de noviembre quiero compartirles una valiosa reflexión de una exitosa tanatologa tapatía: Cris Vargas Moreno. Ella está en contacto diario con la realidad de la muerte y especialmente para Proyecto IMMI escribió lo siguiente:
“ Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente.”
François de la Rochefoucauld.
Tengo un extraño, pero agradable sentimiento, no se que tan profundo haya entrado a ella y a sus entrañas, ni siquiera se si realmente la he mirado tan profundo, encuentro de pronto el reflejo de un pasado doloroso y conocido para muchos, incluso en el presente.
Me pregunto muchas veces, ¿Realmente nos recuperamos de ella del todo y lo logramos? O ¿Simplemente escondemos la piedra en el bolsillo, como escondemos nuestras cicatrices para seguir viviendo y funcionando? Esperando la idea que alguien de pronto la note y la abrace con amor y paciencia, para otros la idea y la muerte les llega de golpe, como lo hacen las olas del mar contra la arena, tan natural, pero tan contundente, pero esto me lleva a pensar que no podría existir la una si la otra, el mar sin arena, la vida sin la muerte, porque entonces ¿Dónde encontraríamos el horizonte azul, las cicatrices, el tiempo, el amor, las texturas, lo aromas, los recuerdos, la paz , la vida? Necesitamos el horizonte mortal para poder tener acceso a la sabiduría más profunda de nuestro maravilloso ser interior, y a su vez a la inmensidad de la vida que nos abre sus puertas frente a nosotros, con sus interminables posibilidades, entre ellas morir…
Una última cuestión viene a mi mente: ¿ La arena define el color del mar? ¿Cómo nuestra vida se define con nuestra muerte?.
Cristina Vargas Moreno